Indescriptible. Lo que se vivió ayer en el estadio Ricardo Palma fue impresionante. Parecía que los equipos que se enfrentaban en la cancha estaban jugando un River - Boca, una final de la libertadores o un partido definitorio de las eliminatorias. Pero precisamente, eso no era lo que las casi 80 personas habían asistido a ver. La segunda división distrital de San Isidro nos ofrecía el partido de la fecha: Deportivo Palomar frente a su clásico rival, la Residencial Santa Cruz. Dos equipos que luchaban por el ascenso. A la “resi” le bastaba un empate para llegar a primera. El Palomar tenía un objetivo único si quería ascender: ganar.
Para hablar del partido primero debemos ser realistas. El Palomar venía sin entrenamiento previo, con bajas en el equipo y sabiendo que últimamente las cosas no le funcionaban. Había perdido los tres últimos partidos. Pero el destino, o quizás la suerte, jugó para ellos. Los resultados se le dieron y simplemente consiguiendo los tres puntos llegaban a primera.
Los equipos estaban parados en la dura cancha de la Ricardo Palma, la cual parecía un campo de guerra. Perfecta para la ocasión. Porque lo que se vivió en la cancha en los 80 minutos de juego no fue un partido de juego bonito y toques al ras del piso. Los jugadores del Palomar fueron con el corazón en la mano y se olvidaron del dolor por un momento. Era emocionante ver como desde el primer minuto salieron con todo y no les importaba tocar el suelo cada dos minutos. Esa es la actitud que se necesitaba para conseguir los tres puntos. Meter hasta al final, ganar como sea, pero ganar.
El partido se inició con un Palomar volcado en el campo rival, tratando de sorprender con pelotazos para Kevin y Oscar, que alineaban como delanteros. La Residencial llegaba pero la defensa “roja” estaba sólida. Tito y Josué sacaban todo lo que se les venía, Ángel salía con clase por la derecha y Mendi aplicaba la velocidad para cerrar los espacios. Transcurría el minuto 15, y un pase de Terry en profundidad encontró los pies de Oscar Trelles, quien giró y sacándose a un defensor, sacó un remate complicadísimo desde fuera del área y consiguió el primer gol. Todo era una locura. Los jugadores de Palomar celebraron a más no poder el gol, y no era para menos. Significaba el ascenso a primera. El tan ansiado ascenso.
Pero poco duró la alegría. Una falta inventada le dio al equipo contrario la oportunidad de emparejar las cosas. Y la aprovecharon. Un golazo de aproximadamente 25 metros dejaba atónito a todo el Palomar. A empezar de nuevo.
Las caras de angustia de todos se notaban. La defensa se llenaba de tarjetas y ya no se encontraban espacios. Parecía que las cosas se complicaban. Oscar Trelles cogió un balón por derecha y escapándose de los defensas sacó un centro hacia atrás que Terry quiso empujar y le cometieron falta. Fue penal. Para el árbitro, saque a favor de la “resi” por una mano.
Para hablar del partido primero debemos ser realistas. El Palomar venía sin entrenamiento previo, con bajas en el equipo y sabiendo que últimamente las cosas no le funcionaban. Había perdido los tres últimos partidos. Pero el destino, o quizás la suerte, jugó para ellos. Los resultados se le dieron y simplemente consiguiendo los tres puntos llegaban a primera.
Los equipos estaban parados en la dura cancha de la Ricardo Palma, la cual parecía un campo de guerra. Perfecta para la ocasión. Porque lo que se vivió en la cancha en los 80 minutos de juego no fue un partido de juego bonito y toques al ras del piso. Los jugadores del Palomar fueron con el corazón en la mano y se olvidaron del dolor por un momento. Era emocionante ver como desde el primer minuto salieron con todo y no les importaba tocar el suelo cada dos minutos. Esa es la actitud que se necesitaba para conseguir los tres puntos. Meter hasta al final, ganar como sea, pero ganar.
El partido se inició con un Palomar volcado en el campo rival, tratando de sorprender con pelotazos para Kevin y Oscar, que alineaban como delanteros. La Residencial llegaba pero la defensa “roja” estaba sólida. Tito y Josué sacaban todo lo que se les venía, Ángel salía con clase por la derecha y Mendi aplicaba la velocidad para cerrar los espacios. Transcurría el minuto 15, y un pase de Terry en profundidad encontró los pies de Oscar Trelles, quien giró y sacándose a un defensor, sacó un remate complicadísimo desde fuera del área y consiguió el primer gol. Todo era una locura. Los jugadores de Palomar celebraron a más no poder el gol, y no era para menos. Significaba el ascenso a primera. El tan ansiado ascenso.
Pero poco duró la alegría. Una falta inventada le dio al equipo contrario la oportunidad de emparejar las cosas. Y la aprovecharon. Un golazo de aproximadamente 25 metros dejaba atónito a todo el Palomar. A empezar de nuevo.
Las caras de angustia de todos se notaban. La defensa se llenaba de tarjetas y ya no se encontraban espacios. Parecía que las cosas se complicaban. Oscar Trelles cogió un balón por derecha y escapándose de los defensas sacó un centro hacia atrás que Terry quiso empujar y le cometieron falta. Fue penal. Para el árbitro, saque a favor de la “resi” por una mano.
El primer tiempo terminó así. Con un Palomar impotente que no conseguía la forma de adelantarse en el marcador.
El segundo tiempo arrancó y las cosas no mejoraban. Pelotazos que no eran productivos. Y el tiempo, en contra. Pero pasó algo de otro partido. De otro planeta dirían algunos. Franco Balleta, quién había ingresado en el segundo tiempo, cogió una pelota en el medio y la acomodó. Con un tiro tres dedos desde casi treinta metros y con un efecto endemoniado, el balón se clavó en el ángulo. Donde tejen las arañas. El lugar al que todos quieren llegar. Golazo. Faltaban 10 minutos y el Palomar estaba arriba 2-1. Ya nadie podía quitarles esos tres puntos. Pero eso es lo que ellos creían. Un fallo terrible por parte del árbitro, dio cabida a que se cambie el lugar de un corner. Un centro cerrado que terminó en el fondo de las redes del Palomar. Si hay una palabra que pudiera definir ese momento sería incredulidad. No puede ser. No pueden empatar un partido así, el partido más importante. No le podían estar robando al Palomar de esa forma.
La gente se miraba y se preocupaba más por lo que pasó con el árbitro, que con el partido. Faltaban apenas dos minutos. Pero en el fútbol, existe la justicia divina y también los milagros. Una centro desde la media cancha, se coló entre la defensa rival. Mendi se encontró con la pelota. Pégale gritaban algunos. La pelota le hizo una comba extraña y le quedó muy alta y, con un movimiento acrobático, tocó la pelota, la cual se calmó en los pies de Terry, que giró y sintió un golpe. Al suelo. Se escuchó un pitazo y todos vieron la mano del árbitro señalando ese punto blanco en el centro del área. Penal. A falta de dos minutos, en un partido que iba 2-2 y que significaba algo más que un encuentro de Liga, se cobraba un penal. Y acá es momento de mencionar a la figura del encuentro. Oscar Trelles, que fue duramente criticado por algunos durante todo el torneo, se puso el equipo al hombro y sin dudarlo cogió la pelota y la colocó a doce pasos del arco. Él cargaba las ilusiones de todos, la esperanza de poder jugar en Primera. Era todo o nada. Nadie hablaba, ni siquiera el DT Miki. Era el momento más importante de todo el campeonato.
Un beso al balón y una mirada al cielo, pidiendo la ayuda de Dios. Y con el mismo cariño que besó el balón, lo acomodó y entrándole con el empeine colocó la pelota dentro del arco. El tan esperado grito de gol llegó.
El segundo tiempo arrancó y las cosas no mejoraban. Pelotazos que no eran productivos. Y el tiempo, en contra. Pero pasó algo de otro partido. De otro planeta dirían algunos. Franco Balleta, quién había ingresado en el segundo tiempo, cogió una pelota en el medio y la acomodó. Con un tiro tres dedos desde casi treinta metros y con un efecto endemoniado, el balón se clavó en el ángulo. Donde tejen las arañas. El lugar al que todos quieren llegar. Golazo. Faltaban 10 minutos y el Palomar estaba arriba 2-1. Ya nadie podía quitarles esos tres puntos. Pero eso es lo que ellos creían. Un fallo terrible por parte del árbitro, dio cabida a que se cambie el lugar de un corner. Un centro cerrado que terminó en el fondo de las redes del Palomar. Si hay una palabra que pudiera definir ese momento sería incredulidad. No puede ser. No pueden empatar un partido así, el partido más importante. No le podían estar robando al Palomar de esa forma.
La gente se miraba y se preocupaba más por lo que pasó con el árbitro, que con el partido. Faltaban apenas dos minutos. Pero en el fútbol, existe la justicia divina y también los milagros. Una centro desde la media cancha, se coló entre la defensa rival. Mendi se encontró con la pelota. Pégale gritaban algunos. La pelota le hizo una comba extraña y le quedó muy alta y, con un movimiento acrobático, tocó la pelota, la cual se calmó en los pies de Terry, que giró y sintió un golpe. Al suelo. Se escuchó un pitazo y todos vieron la mano del árbitro señalando ese punto blanco en el centro del área. Penal. A falta de dos minutos, en un partido que iba 2-2 y que significaba algo más que un encuentro de Liga, se cobraba un penal. Y acá es momento de mencionar a la figura del encuentro. Oscar Trelles, que fue duramente criticado por algunos durante todo el torneo, se puso el equipo al hombro y sin dudarlo cogió la pelota y la colocó a doce pasos del arco. Él cargaba las ilusiones de todos, la esperanza de poder jugar en Primera. Era todo o nada. Nadie hablaba, ni siquiera el DT Miki. Era el momento más importante de todo el campeonato.
Un beso al balón y una mirada al cielo, pidiendo la ayuda de Dios. Y con el mismo cariño que besó el balón, lo acomodó y entrándole con el empeine colocó la pelota dentro del arco. El tan esperado grito de gol llegó.
La gente estaba eufórica. Acábelo señor árbitro. ¿Qué más podía pasar? Después de ese gol por más que dieran otros 80 minutos de juego, El Palomar ya no iba a caer. Se aferró a esa victoria, a esa ilusión.
El pitazo final del árbitro llegó y lo demás no es necesario contarlo. Cada uno sabe que pasó después, que sintió después. No era un River-Boca, una final de la libertadores o un partido de eliminatorias. Era más que eso. Era el partido que todos recordarán por siempre: ese partido en que el Palomar ganó 3-2 y ascendió a la primera división. Sufriendo, sí. Pero el que no sufre, no es Palomar.
El pitazo final del árbitro llegó y lo demás no es necesario contarlo. Cada uno sabe que pasó después, que sintió después. No era un River-Boca, una final de la libertadores o un partido de eliminatorias. Era más que eso. Era el partido que todos recordarán por siempre: ese partido en que el Palomar ganó 3-2 y ascendió a la primera división. Sufriendo, sí. Pero el que no sufre, no es Palomar.
6 comentarios:
QUE INCREIBLE PARTIDO... EL Q NO GOZO CON ESE PARTIDO NO SABE NADA DE FUTBOL!
Puta madre... Q TAL PALOMAR!... q tal partido!... q tal crónica jajaja casi lloro de la emoción :P... ese partido fue TODO... arriba PALOMAR tamos en PRIMERA!
que buena cronica!!!.. puta madre llegue tarde para la foto! csm..
Balletta
vamoooooos palomar! en primera! muy buena cronicaaa
terry ... muy buena cronica yo creo que ademas de buen futbolista seras un gran escritor junto a talichi11 alla en la lejania de etiopia o aca cerca no mas, en surinam ...
tenia q ser mi corrector profesional jaja un poco mas y me haces llorar..asi igualito kiero verte escribir para el trabajo final ah!!
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